viernes, 9 de abril de 2010

CAPITULO VII: TRABAJANDO CON OTROS

La experiencia de todos los días demuestra que nada es más eficaz para
garantizar nuestra sobriedad, que un intenso trabajo en favor de otros
alcohólicos. Esto funciona incluso donde las otras actividades no
funcionan. Esta es nuestra duodécima sugerencia: ¡Lleve este mensaje a
otros alcohólicos! Usted puede ayudarlos cuando ninguna otra persona
pudo. Usted puede conquistar su fe cuando los demás no pudieron.
Recuerde que los alcohólicos están seriamente enfermos.
La vida adquirirá un nuevo significado. Observar a las personas que se
restablecen, verlas ayudar a otros, notar cómo la soledad se desvanece,
ver crecer alrededor de usted la solidaridad del grupo, tener una multitud
de amigos: ésta es una experiencia de la cual no debe privarse usted. El
frecuente encuentro con los nuevos que llegan como todos nosotros, es
el aspecto alegre de nuestra vida.
Quizás no conozca usted a ningún bebedor que quiera corregirse. Puede
encontrarlos fácilmente, preguntando en su comunidad al médico, al
sacerdote, o en el hospital. Ellos estarán muy contentos de responder a

su solicitud. No comience como un evangelizador o reformador.
Desdichadamente existen muchísimos prejuicios y se encontrará usted
en posición desventajosa si los incita. Los sacerdotes y los médicos son
competentes y si usted lo desea podrá aprender mucho de ellos, pero es
un hecho que con la experiencia de bebedor, usted puede ayudar, como
ningún otro, a otros alcohólicos. Por eso coopere; nunca critique. Servir
es nuestro único propósito.
Cuando descubra a un posible miembro de Alcohólicos Anónimos, trate
de saber todo aquello que pueda sobre él. Si no tiene la intención de
dejar de beber, no pierda el tiempo persuadiéndolo. Podría desperdiciar
una posibilidad futura. Este consejo se dirige también a su familia. Ellos
deben ser pacientes y darse cuenta de que están tratando con una
persona enferma.
Si da algún indicio de que esta vez quiere dejar de beber, platique con la
persona que más se interesa en él casi siempre su mujer. Hágase una
idea de su comportamiento, de sus problemas, de sus antecedentes, de
la gravedad de su estado y de su instrucción religiosa.
Esta información le servirá para ponerse en su lugar, para comprender
como querría usted que él se aproximara, si los papeles se invirtieran.
A menudo es necesario esperar que él comience una juerga. La familia
podría no estar de acuerdo con esto, pero a menos que él no esté en
condiciones físicas peligrosas, es mejor correr este riesgo. No trate con
él cuando esté en un estado de gran borrachera, a menos que se ponga
violento y que la familia tenga necesidad de ayuda. Espere al final de la
juerga o al menos un intervalo lúcido. Ahora deje que su familia o un
amigo le pregunten si quiere dejar definitivamente de beber y si está
dispuesto a hacer cualquier cosa para lograrlo. Si responde
afirmativamente, entonces se le deberá hablar de usted como una
persona que se ha restablecido. Es necesario que usted sea descrito
como un miembro de una asociación de personas que, como parte de su
rehabilitación, tratan de ayudar a otros y que se le diga que usted estará
contento de hablar con él, si él desea recibir su visita.
Si no quiere verlo, no trate de imponer su presencia. Ni la familia debe
insistirle que haga alguna cosa, ni hablarle mucho de usted. Es mejor
esperar al final de su próxima parranda. Quizás usted puede colocar este
libro donde él lo vea. Aquí no se puede dar ninguna regla específica. La
familia debe decidir al respecto. Pero exhórtela a no acelerar demasiado
las cosas, porque esto podría comprometer el futuro.
La familia deberá evitar contar la historia de usted. Si es posible, evite
encontrar al alcohólico por mediación de la familia. Es mejor abordarlo
por medio de un médico o una institución. Si él tiene necesidad de

recuperarse en un hospital, está bien, mas no a la fuerza, a menos que
sea violento. Deje que sea el médico, si éste así lo desea, el que le diga
que puede ofrecerle la vía de una solución.
Cuando su hombre esté mejor, el médico podrá proponerle una visita.
Aun cuando usted ya haya hablado con la familia, déjela fuera de la
primera entrevista. Así, su alcohólico verá que no se ejerce ninguna
presión sobre él. Se dará cuenta de que puede tratar con usted sin ser
fastidiado por la familia. Visítelo cuando aún esté agitado. Quizá sea más
receptivo cuando se encuentre deprimido.
Si es posible, vea a su hombre a solas. Entable al principio una
conversación sobre temas generales. Después lleve la plática hacia
cualquier tema relacionado con la bebida. Háblele de sus propios hábitos
de bebedor, de sus síntomas y de su experiencia, para que él se anime a
hablar de sí mismo. Si desea hablar, déjelo que lo haga. Así, usted
tendrá una idea más exacta del método que deberá adoptar. Si no está
de humor para hablar, esboce un cuadro de su propia carrera de bebedor
hasta el momento en que dejó de beber. Pero, por el momento, no diga
nada sobre cómo ocurrió eso. Si está serio, deténgase y hable sobre los
disturbios que el alcohol le ha acarreado a usted, pero esté atento de no
hacer una prédica o una disertación. Si está alegre, relátele alguna
historia cómica de sus escapadas. Estimúlelo a que cuente alguna suya.
Cuando haya comprendido que usted es un experto en todos los trucos
de los bebedores, comience a describirse como un alcohólico.
Relátele cómo estaba desconcertado y cómo al fin comprendió que
estaba enfermo. Descríbale sus esfuerzos por dejar de beber. Muéstrele
las piruetas mentales que conducen a la primera copa de una
borrachera. Le sugerimos proceder como indicamos ya en el capítulo
sobre el alcoholismo. Si él es un alcohólico, comprenderá de inmediato.
Comparará su inconsistencia mental de entonces con cualquier cosa que
le esté sucediendo a él mismo.
Si usted está persuadido de que él es realmente un alcohólico, comience
a insistir sobre el carácter incurable del mal. Muéstrele cómo, por su
propia experiencia, la extraña condición mental en torno a aquella
primera copa impide el funcionamiento normal de la fuerza de voluntad.
En este primer estadio no haga alusión a este libro, a menos que él lo
haya visto y desee discutirlo. Y cuídese de no definirlo como un
alcohólico. Déjelo que él mismo saque sus propias conclusiones. Si se
obstina en pensar que aún puede controlarse en la bebida, dígale que
posiblemente sí pueda si no es demasiado alcohólico. Pero insista en el
hecho de que está gravemente afligido por este mal, que serán bien
pocas las esperanzas de que pueda salir por sí mismo.

Continúe hablando del alcoholismo como una enfermedad, una fatal
enfermedad. Hable de las condiciones del cuerpo y de la mente que la
acompañan. Mantenga su atención centrada sobre su propia experiencia.
Explique cómo muchos que ni siquiera se han enterado de su gravedad,
ya están condenados. Los médicos se muestran con justicia renuentes a
decir toda la verdad a sus pacientes alcohólicos, a menos que eso sirva
para lograr un buen propósito. Mas usted puede hablarle de la fatalidad
del alcoholismo, porque usted ofrece una solución. Bien pronto, nuestro
amigo admitirá tener muchas, si no es que todas, de las características
del alcohólico. Si el médico está de acuerdo en decirle que es un
alcohólico, tanto mejor. Aunque su protegido no admita enteramente su
estado, tendrá mucha curiosidad en saber cómo le ha hecho usted.
Déjelo que él haga la pregunta, si lo desea. Relátele exactamente aquello
que le ocurrió. Subraye libremente el aspecto espiritual. Si él fuese
agnóstico o ateo, recalque el hecho de que no tiene necesidad de
concordar con vuestra concepción de Dios. Puede escoger cualquier
concepción que le plazca, siempre que signifique algo para él. Lo
importante es que él esté dispuesto a creer en un Poder superior a él y
que viva siguiendo principios espirituales.
Al tratar con tal persona es preferible que usted use un lenguaje de todos
los días para explicar los principios espirituales. No es bueno despertar
prejuicios que él pueda tener contra cierta terminología o contra ciertos
conceptos teológicos sobre los cuales pudo haber tenido ideas confusas.
No destaque tales cuestiones, cualesquiera que sean sus propias
convicciones.
Puede darse el caso que su interlocutor pertenezca a una determinada
religión. Sus conocimientos y su formación en la materia pueden ser muy
superiores a los de usted. En tal caso, él se preguntará cómo podrá
usted agregar alguna cosa a cuanto él ya sabe. Pero tendrá curiosidad
en saber cómo entonces sus convicciones no le han funcionado,
mientras que las suyas parecen funcionar tan bien. Él puede constituir
una prueba de que la sola fe no basta. Para ser vital, la fe debe ir
acompañada por el sacrificio personal y por la acción desinteresada y
constructiva. Hágale ver que usted no está ahí para enseñarle la religión.
Admita que probablemente él sepa más que usted, pero atraiga su
atención sobre el hecho de que, no obstante lo profundo que puedan ser
su fe y su saber, él no pudo haberlos puesto en práctica, pues de otra
manera no bebería así. Quizá su propia historia pueda ayudarlo a
comprender dónde no puso en práctica aquellos mismos preceptos que
conoce tan bien. Nosotros no representamos a ninguna fe o secta
particular. Nos servimos sólo de principios generales comunes a casi
todas las religiones.
Delinee el programa de acción explicando cómo hizo usted una
evaluación de sí mismo, cómo enderezó su pasado y por qué está

tratando de serle útil. Es importante que él se dé cuenta de que la
tentativa de usted de transmitirle este mensaje juega un papel
fundamental en su propio proceso de recuperación. Efectivamente,
puede suceder que él lo ayude a usted más que usted a él. Aclare bien
que él no está en deuda con usted y que usted sólo espera que él trate
de ayudar a otro alcohólico cuando haya superado su dificultad personal.
Hágale comprender qué importante es anteponer el bien de otros al de
uno. Aclare que usted no quiere presionarlo y que no es necesario que él
vuelva a verlo si no lo desea. Usted no se ofenderá si no quiere volver a
verlo, porque él ya lo ha ayudado a usted más que usted a él. Si su
plática fue sensata, calmada y plena de comprensión humana, quizás
usted ha hecho un amigo. Puede darse el caso de que lo haya turbado
con la cuestión del alcoholismo. Esto es sólo para bien. Entre más sienta
que es un caso desesperado, mejor. Es más probable que el siga sus
sugerencias.
Quizá su interlocutor pueda dar razones por las cuales no tenga
necesidad de seguir todo el programa. Puede rebelarse ante la idea de
volver a ver drásticamente todo su pasado, que implica hablar con otras
personas. No contradiga tales opiniones. Dígale que usted un día
pensaba así, pero que le es difícil pensar que hubiese progresado si no
hubiera actuado como lo hizo. En la primera visita háblele de la
Agrupación de Alcohólicos Anónimos. Si muestra interés, enséñele una
copia de este libro.
A menos que nuestro amigo desee hablar más sobre él mismo, no abuse
de su hospitalidad. Déjele la posibilidad de reflexionar. Si usted
permanece más tiempo, déjelo que lleve la conversación hacia donde él
quiera. A veces el neófito está deseoso de ir de inmediato al programa de
recuperación y usted podría estar tentado a permitírselo. Esto es a veces
un error. Si más tarde se encontrara en dificultades, podrá decir que
usted lo apresuró. Usted tendrá mucho más éxito con los alcohólicos, si
no muestra mucha pasión por las cruzadas o las reformas. No hable
nunca a un alcohólico de una presunta superioridad moral o espiritual;
ponga simplemente ante él el ajuar de instrumentos espirituales para que
él los inspeccione. Muéstrele cómo funcionaron en usted. Ofrézcale una
sólida amistad y fraternidad. Dígale que si él quiere restablecerse, usted
hará todo para ayudarlo.
Si su solución no parece interesarlo, o si él espera solamente que usted
actúe como un banquero para resolver sus dificultades financieras, o
como un enfermero para sus juergas, debe entonces renunciar a
ocuparse de él hasta cuando haya cambiado de parecer. Lo hará
después que se haya procurado un poco más de daño.
Si en cambio él muestra un sincero interés en volver a verlo, pídale que
lea este libro entretanto. Después de esto, él mismo deberá

decidir si quiere continuar en esta dirección. No debe ser empujado o
presionado por usted, por su esposa o por sus amigos. Si ha de
encontrar a Dios, el deseo debe venir de su interior.
Si piensa poder resolver su problema de cualquier otro modo, o si
prefiere algún otro acercamiento espiritual, anímelo a seguir su propia
conciencia. Nosotros no tenemos el monopolio de Dios, tenemos
simplemente un acercamiento que para nosotros ha sido eficaz. Pero
hágale notar que nosotros los alcohólicos tenemos muchos puntos en
común y que, en cualquier forma, a usted le gustaría ser amistoso. No
trate de decir más.
No se desanime si no encuentra una inmediata respuesta. Busque a otro
alcohólico e intente de nuevo. Tenga la certeza de que encontrará a
alguien bastante desesperado que aceptará con gusto aquello que usted
le ofrezca. Pensamos que es un pérdida de tiempo arrinconar a un
hombre que no puede o no quiere cooperar con usted. Si usted lo deja,
puede suceder que pronto se convenza de que no puede recuperarse él
solo. Empeñar demasiado tiempo en un caso significa privar a otro
alcohólico de la posibilidad de vivir y ser feliz. Uno de nuestros miembros
fue un completo fiasco con su primera media docena de candidatos. Dice
a menudo que si hubiera continuado ocupándose de ellos, quizás habría
privado de su oportunidad a muchos otros que con el tiempo se
restablecieron.
Supongamos ahora que usted hace una segunda visita a una persona.
Ella ha leído este libro y dice estar dispuesta a pasar por los Doce Pasos
del programa de recuperación. Como usted mismo ha vivido la
experiencia, siente que puede darle diversos consejos prácticos. Hágale
comprender que está a su disposición si decide intentar y si quiere contar
su historia, pero no insista si él quiere consultar a alguna otra persona.
Puede ser que esté sin un centavo y que no tenga casa. Si es así, usted
podría ayudarlo a encontrar un empleo o darle una pequeña ayuda
financiera. Pero no debe privar a su propia familia o a sus acreedores del
dinero que ellos esperan. Puede también pensar en llevar a este hombre
a su casa por algunos días. Mas asegúrese de usar la discreción.
Asegúrese de que él sea bien acogido por su familia y de que no trate de
imponerse para obtener dinero, relaciones o asilo. Si usted lo permitiera,
no haría más que dañarlo. Lo estaría empujando a ser insincero. Mas
que ayudarlo en su recuperación, usted estaría ayudándolo a destruirse.
Nunca evite estas responsabilidades, pero tenga la certeza de hacer las
cosas justas, asumiéndolas. La ayuda dada a otros es la piedra
fundamental de su propia recuperación. Un acto gentil de vez en cuando
no basta. Debe actuar como buen Samaritano todos los días, si es
necesario. Eso puede significar la pérdida de muchas noches de sueño,

una gran interferencia en sus pequeños placeres, una interrupción en sus
ocupaciones. Puede significar abrir su cartera y su casa, asesorar a
mujeres y parientes frenéticos, innumerables viajes a las delegaciones de
policía, psiquiátricos, hospitales, cárceles y asilos. Su teléfono puede
sonar a cualquier hora del día o de la noche. Su mujer quizá diga que
usted la ha descuidado. Un borracho puede romper los muebles de su
casa o quemar un colchón. Puede encontrarse en la situación de tener
que luchar con él, si es violento. A veces tendrá que llamar a un médico
para que le suministre sedantes, a la policía o una ambulancia. A veces
deberá enfrentar situaciones de este género.
Nosotros raramente le permitimos a un alcohólico que viva en nuestras
casas por largo tiempo. Esto no es bueno para él y a veces crea serios
inconvenientes en una familia. Si un alcohólico no responde a sus
esfuerzos, no hay razón para que usted abandone a su familia. Debería
continuar tratándola amigablemente. Debería ofrecerle su método de
vida. Si ellos aceptan o practican los principios espirituales, hay más
posibilidades de que el jefe de familia se restablezca. Y aunque
continuase bebiendo, la familia encontrará la vida más soportable.
Para el tipo de alcohólico capaz y deseoso de restablecerse es deseable
un poco de caridad en el sentido ordinario del término. Aquéllos que
imploran dinero y asilo antes de vencer al alcohol, están en la calle
equivocada. Aun nosotros hacemos hasta lo imposible por procurarnos
estas cosas, cuando realmente está justificado. Esto puede parecer
contradictorio, pero no lo creemos así.
No es el hecho de dar lo que está a discusión, sino mas bien el cuándo y
el cómo dar. De esto depende a menudo el fracaso o el éxito. En el
momento mismo en que nosotros ponemos nuestro trabajo en un plano
de servicio, el alcohólico comienza a pensar más en nuestra asistencia
que en la de Dios. Él reclama esto o aquello, declarando que no podrá
vencer al alcohol sino cuando sus necesidades materiales hayan sido
satisfechas. ¡Tonterías! Algunos de nosotros sufrimos gravísimos
reveses antes de aprender esta verdad: Trabajo o no trabajo, mujer o no
mujer, el hecho es que no cesamos de beber mientras dependimos de
otras personas, en vez de depender de Dios.
Imprima en la mente de todo hombre la idea de poder restablecerse sin
considerar a nadie. La sola condición es que confíe en Dios y que limpie
la casa (inventario moral de sí mismo).
Y ahora el problema familiar. Puede haber divorcio, separación o
simplemente relaciones tensas. Cuando su adepto haya saneado como
mejor pueda la situación con su familia y haya explicado abiertamente los
nuevos principios con base en los cuales vive, deberá poner en práctica
esos principios en su casa. Aun si su familia tuviese culpa, él no debe

ocuparse de ello. Deberá concentrar sus esfuerzos en demostrar la
propia espiritualidad. Polémicas para establecer en qué parte está el
error deben ser evitadas como la lepra. En muchas familias es una cosa
difícil de hacer, mas debe hacerse si se quiere obtener un resultado. Si
se actúa así algunos pocos meses, el efecto en la familia de un hombre
de seguro va a ser grande. Las personas más incompatibles descubren
tener una base sobre la cual se pueden encontrar. Poco a poco, la familia
se dará cuenta de sus propias deficiencias y las admitirá. Ahora se
podrán discutir en una atmósfera de buena voluntad y cordialidad.
Después de haber visto resultados tangibles, la familia también deseará
cooperar. Esto llegará naturalmente y a su debido tiempo, siempre y
cuando el alcohólico continúe demostrando estar sobrio y ser respetuoso
del sentimiento de los demás y servicial, sin importar lo que otros digan o
hagan. Obviamente, muchos caemos debajo de esta norma muchas
veces. Pero debemos tratar de reparar inmediatamente el mal hecho, si
no queremos pagar la pena con una parranda.
Si hubiese divorcio o separación, no será oportuno tener una prisa
excesiva por reunir a la pareja. El hombre debe estar seguro de haberse
restablecido. La mujer debe haber comprendido plenamente el nuevo
modo de vivir de él. Si su convivencia va a reanudarse, es necesario que
lo hagan sobre una base mejor que aquella precedente que no funcionó.
Esto es con un espíritu y una actitud nuevos de parte de ambos. Algunas
veces es mejor para todos los implicados que la pareja permanezca
separada. Es evidente que no se puede fijar una regla. Es mejor que el
alcohólico siga adelante con su programa día con día. Cuando el
momento de rehacer la vida en común haya llegado, será evidente para
ambas partes de la pareja.
Que ningún alcohólico diga que no puede restablecerse si no vuelve a
tener con él a toda su familia. Esto no es enteramente verdadero. En
algunos casos, por una razón o por otra, la esposa no regresará jamás.
Recuérdele a su hombre que su restablecimiento no depende de otras
personas, sino de su relación con Dios. Hemos visto restablecerse a
hombres cuyas familias nunca se les han unido. Hemos visto a otros
recaer cuando la familia se reunió demasiado pronto.
Los dos, usted y el recién llegado, deben avanzar día a día sobre la vía
del progreso espiritual. Si persisten, ocurrirán cosas notabílisimas. Al
mirar hacia atrás nos damos cuenta de que cuanto ha ocurrido desde
que nos pusimos en las manos de Dios, ha sido mejor que cualquier otra
cosa que hubiéramos podido tratar de hacer solos. Siga los dictados de
un Poder Superior y vivirá efectivamente en un mundo nuevo y
maravilloso, cualquiera que sea su actual situación.

Cuando esté trabajando con un hombre y su familia, ponga atención para
que no se inmiscuya en sus disputas. Si lo hiciera, podría arruinar su
posibilidad de ser útil. Pero hágales comprender a los familiares que ese
hombre ha estado muy enfermo y que debe ser tratado en consecuencia.
Debe prevenirlos para que no susciten resentimientos o celos. Debe
hacerles comprender que sus defectos de carácter no pueden
desaparecer en una noche. Muéstreles que él ha entrado en un periodo
de crecimiento. Pídales recordar, cuando aumente su impaciencia, el
bendito milagro de su sobriedad.
Si usted tuvo éxito en resolver sus propios problemas domésticos, relate
a la familia del recién llegado cómo eran las cosas. De este modo puede
colocarlos sobre la buena ruta sin criticarlos. El relato de cómo usted y su
mujer resolvieron sus dificultades es más válido que cualquier crítica.
Supongamos que somos espiritualmente fuertes, así podremos hacer
una cantidad de cosas que, se piensa, están prohibidas al alcohólico.
Mucha gente ha dicho que no debemos ir adonde se sirven licores; que
no debemos tenerlo en nuestras casas; que debemos huir de los amigos
que beben; que debemos evitar las películas que muestren escenas de
bebedores; que no debemos entrar en un bar; que nuestros amigos
deben esconder las botellas cuando vayamos a visitarlos; que no se nos
debe recordar en absoluto el alcohol. Nuestra experiencia demuestra que
no es necesariamente así.
Nos encontramos en estas circunstancias cada día. Un alcohólico que no
sepa afrontarlas demuestra aún una mentalidad de alcohólico; esto es
algo que no va bien con su estado espiritual. Su única posibilidad de
permanecer sobrio sería vivir en algún lugar como el Casquete Polar de
Groenlandia, y aun ahí algún esquimal podría enseñarle una botella de
escocés... ¡y arruinarlo todo! Pregúntele a cualquier esposa que haya
mandado a su marido a un lugar lejano para sacarlo del problema del
alcohol.
Creemos que cualquier sistema para combatir el alcoholismo que se
proponga poner al enfermo a salvo de las tentaciones, está destinado al
fracaso. Si el alcohólico intenta aislarse por un tiempo, puede tener éxito
por un cierto tiempo, pero generalmente va al encuentro de una
explosión alcohólica más violenta que nunca. Nosotros pusimos en
práctica esta clase de métodos. Estas tentativas de lograr lo imposible
siempre fracasaron.
Y por eso nuestra regla de no evitar los lugares donde se bebe, si
teníamos un buen motivo para estar ahí. Esto incluye bares, centros
nocturnos,bailes,recepciones,bodas,aunlosordinarios
entretenimientos en los que hay un poco de alegría. A una persona que

haya tenido una experiencia con un alcohólico, le podría parecer que
esto es como tentar a la Providencia, pero no es así.
Notarán que pusimos una condición importante. Por lo tanto, pregúntese
usted mismo cada vez: ¿Tengo una buena razón social, de negocios o
personal para estar en tal lugar? O estoy esperando robar un poco de
placer sustituto de la atmósfera de tales lugares?"
Si su respuesta a estas preguntas es positiva, no tiene por qué temer. Ir
o mantenerse alejado, lo que parezca mejor. Pero asegúrese de estar
sobre un terreno espiritual sólido antes de aventurarse, y de tener un
motivo verdaderamente válido para ir. No piense en aquello que podrá
obtener de esta ocasión. Piense en aquello que usted podrá aportar. Si
se siente vacilante, mejor debería tratar de ayudar a otro alcohólico.
¿Por qué estar sentado con la cara larga en un sitio donde se bebe,
suspirando por los días felices de otro tiempo? Si se trata de una ocasión
feliz, trate de aumentar el gozo de los presentes; si es una reunión de
negocios, vaya y haga con entusiasmo lo que tenga que hacer. Si está
en compañía de una persona que desee comer en un bar, vaya sin
preocupación. Hágales comprender a sus amigos que no deben cambiar
sus hábitos por consideración a usted. En el momento oportuno explique
a todos sus amigos por qué el alcohol no se hizo para usted. Si da estas
explicaciones sin reticencia, muy pocos le pedirán que vuelva a beber. Al
mismo tiempo que bebía, usted se iba retirando de la vida, poco a poco.
Ahora está retornando a la vida de relaciones con el mundo. No
comience a retirarse de nuevo sólo porque sus amigos beben licor.
Su empleo ahora consiste en estar allí donde usted pueda ser útil a otros,
así que no dude de ir a cualquier parte si puede ser útil. No titubee
cuando tenga que visitar el lugar más sórdido de la Tierra. Manténgase
en la línea de fuego en esta vida y Dios lo cuidará de todo peligro.
Muchos de nosotros tenemos licor en casa. A menudo lo necesitamos
para hacer superar a los nuevos el malestar que sigue a una borrachera.
Algunos de nosotros lo servimos a nuestros amigos, siempre y cuando
ellos no sean alcohólicos. Sin embargo, algunos de nosotros piensan que
no debemos servirle licor a nadie. Nunca nos ponemos a discutir sobre
esto. Tenemos la impresión de que cada familia, considerando las
propias circunstancias, debe decidir por sí misma.
Somos cuidadosos en no mostrar intolerancia o aversión hacia la bebida
como hecho social. La experiencia demuestra que esta actitud no es de
utilidad para nadie. Todo nuevo alcohólico busca este espíritu de
tolerancia entre nosotros y se siente inmensamente aliviado cuando se
da cuenta de que no somos quemabrujas. Un espíritu de intolerancia
podría alejar a los alcohólicos, cuyas vidas podrían ser salvadas de no

ser por semejante estupidez. Si somos intransigentes, tampoco
ayudaríamos a la causa de la abstinencia, pues ni un bebedor entre mil
acepta que alguien que le tiene aversión al alcohol le hable de su
problema.
Esperamos que un día Alcohólicos Anónimos pueda ayudar al público a
darse mejor cuenta de la gravedad del problema del alcoholismo.
Mientras tanto, si nosotros adoptamos un actitud amarga y hostil, nuestra
acción no surtirá grandes efectos. Los bebedores no la soportarían.
Después de todo, nuestros problemas nos los creamos nosotros. Las
botellas no eran más que un símbolo. Además, hemos dejado de
combatir a las personas y las cosas. ¡No podíamos actuar de otra
manera!

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