viernes, 9 de abril de 2010

CAPITULO II: HAY UNA SOLUCION

Quienes estamos en Alcohólicos Anónimos hemos conocido a más de
cien personas de ambos sexos que se hallaban, en una cierta etapa de
su existencia, tan desesperados como una vez lo estuvo Bill. Casi todos
se restablecieron. Encontraron una solución a su problema de alcohol.
Somos ciudadanos comunes. Todos los niveles de nuestro país y la
mayor parte de las actividades y las profesiones están representados en
nuestra agrupación, así como todos los grupos políticos, económicos,
sociales y religiosos. Somos personas que por lo común no nos
mezclamos. Mas en medio de nosotros existe una fraternidad, una
aceptación y una bondad tan maravillosas que no podemos describirlas.
Somos como aquellos pasajeros de un barco que, después de haber
escapado del naufragio, se olvidan de las diferencias sociales y se unen
en un mismo sentimiento de alegría y fraternidad, que va de popa a proa
indistintamente. Más, al contrario de lo que sucede con los pasajeros de
una nave, la alegría de estar a salvo no se desvanece cuando alguno de
nosotros vuelve a tomar su propio destino. El sentimiento de haber
atravesado el mismo peligro es uno de los elementos del poderoso lazo
que nos une. Sin embargo, por sí solo, este sentimiento no nos habría
acercado unos a otros como ahora lo estamos.
Lo que hay de extraordinario para cada uno de nosotros, es que hemos
descubierto una solución común. Tenemos una salida sobre la cual
estamos absolutamente de acuerdo y que nos une en una acción
fraternal y armoniosa. Es este el gran mensaje que anuncia este libro a
aquéllos que sufren de alcoholismo.
Una enfermedad como el alcoholismo hemos llegado a considerarlo
como una enfermedad afecta el entorno de aquél o de aquélla que lo
sufre como ninguna otra enfermedad puede hacerlo. Un enfermo de
cáncer cuenta con la simpatía de todos y nadie más se irrita o es
lastimado. No sucede así con el alcoholismo, ya que esta enfermedad
implica el aniquilamiento de todos las cosas de valor en la vida. El
alcoholismo afecta a todos aquéllos que se relacionan con la persona
afectada por el mismo. Fuente de terrible incomprensión y resentimiento,
el alcoholismo es causa de inseguridad financiera, repulsa a los amigos y
a los superiores. Las vidas inocentes de los hijos, de las esposas y de los
padres de alguna forma se vuelven desdichadas por esta enfermedad. Y
la lista de desgracias podría llevarse hasta lo infinito.
Esperamos que nuestro libro informe y reconforte a aquéllos que
pudiesen estar afectados por este mal. Ellos son muy numerosos.
Psiquiatras de reconocida fama han tenido la oportunidad de tener como
pacientes a algunos de nosotros y se han dado cuenta de que no han
podido convencer a un alcohólico para que discuta su caso sin reservas.
Y, cosa extraña, nuestras esposas, nuestros padres y nuestros amigos

íntimos generalmente encuentran difícil establecer contacto con un
alcohólico.
Como contrapartida, sin embargo, el antiguo bebedor que ha encontrado
nuestra solución y que conoce bien los hechos en lo que concierne a su
alcoholismo, generalmente puede llegar a ser el confidente de otro
alcohólico en pocas horas. Pero, en tanto que no exista esta
comprensión mutua, no hay nada, o casi nada, que pueda lograrse.
El hecho de ser abordado por una persona que ya ha experimentado el
mismo problema, el escuchar a esta persona hablar con certeza y con
conocimiento de causa, el ver en su comportamiento mismo que posee la
respuesta verdadera, el constatar que no se coloca en un plano de
superioridad moral, que no predica para su santo y que está motivada
por el deseo sincero de ayudar; el hecho de que no hay que pagar
ningunos gastos, ni alabar a nadie, ni sufrir ningún reproche; reunidas
todas estas condiciones hacen que el acercamiento sea más eficaz. Son
numerosos quienes se han levantado de sus lechos de enfermos y
reiniciado su camino después de haber sido informados por un
alcohólico.
Ninguno de nosotros consagra todo su tiempo a este trabajo y no
creemos que seríamos más eficaces si lo hiciéramos. Creemos que el
parar de beber es sólo el principio. Es aun más importante el poner en
acción nuestros principios en nuestros propios hogares, en el trabajo y en
todos nuestros actos de la vida. Todos nosotros consagramos una gran
parte de nuestro tiempo libre a este tipo de servicio, del cual hablaremos
posteriormente en esta obra. Algunos afortunados llegan a dedicarse casi
todo el tiempo a este servicio.
De actuar como lo hacemos, es indudable que resultaría un gran
beneficio de nuestro servicio, mas el problema apenas habría aflorado a
la superficie. Aquéllos de entre nosotros que viven en una gran ciudad se
desaniman con la idea de que, muy cerca, centenares de alcohólicos
caen en el olvido día con día. Un buen porcentaje de esos casos se
resolvería si tuviesen nuestra fortuna. ¿Entonces, como ofrecerles lo que
se nos ha dado tan desinteresadamente?
Estas reflexiones nos han llevado a publicar un libro, sin nombre de
autor, para exponer el problema tal como lo vemos nosotros. En él
aportaremos nuestra experiencia combinada y nuestro conocimiento.
Este libro deberá sugerir un programa útil para todo individuo con
problemas de alcoholismo.
Era necesario incluir en nuestro libro los aspectos de orden médico,
psiquiátrico, social y religioso. Estamos conscientes de que estos temas
pueden ser causa de controversias. Nada nos agradaría tanto como

escribir una obra que no incluyese ningún tema de debate o de política.
Haremos todo lo que podamos para alcanzar este objetivo. Todos
estamos de acuerdo en que una auténtica tolerancia hacia los puntos de
vista de otros, así como un profundo respeto por la opinión ajena son
actitudes que bien pueden ayudarnos a lograr nuestras metas. Nuestra
misma vida, la vida de un antiguo ebrio, depende de nuestro deseo de
ayudar a otros y de encontrar los medios adecuados para responder a su
necesidad.
Quizás ya se pregunte usted por qué es que todos nosotros nos
enfermamos tanto a causa del alcohol. Quizás sienta usted curiosidad
por saber por qué y cómo no obstante la opinión contraria de los expertos
nos hemos recuperado de una condición física y mental sin esperanza. Si
usted es un alcohólico que desee liberarse del estado en que se
encuentra, quizá se esté preguntando: ¿Qué debo hacer?"
El objetivo de este libro es aportar respuestas precisas a este tipo de
preguntas. Le contaremos todo lo que hemos hecho. Antes de entrar en
detalles, nos parece útil exponer en forma sucinta nuestro punto de vista
sobre ciertas cosas. Cuantas veces se nos ha dicho : En cuanto al
alcohol, yo puedo beberlo o no beberlo si así lo deseo. ¿Por qué tú no?
Si no puedes beber razonablemente, sería mejor que no bebieras." Aquél
es incapaz de controlarse cuando se trata de alcohol." ¿ Por qué no
intentas beber sólo cerveza o vino?" No tomes bebidas con alto grado de
alcohol." De seguro, le falta voluntad." Si quisiera, dejaría de beber." Ella
es una chica tan linda que por consideración él debería dejar de beber."
El médico le dijo que si seguía bebiendo se moriría, pero está siempre
achispado."
Estas son expresiones comunes que escuchamos a menudo. Denotan un
mundo de ignorancia y de malentendidos y son las reacciones de
personas que reaccionan muy diferentemente a nosotros frente al
alcohol.
Quien no bebe excesivamente no encuentra ninguna dificultad en parar
de beber, si hay una buena razón para hacerlo. Puede beber o no beber,
a su pleno albedrío.
Igualmente está el caso del gran bebedor. Él puede haber bebido por
mucho tiempo como para que su salud física y mental se afecte. Su vida
misma puede ser corta por una muerte prematura. Sin embargo, si esta
motivado por una razón suficientemente seria, como una salud precaria,
una nueva relación amorosa, un cambio de ambiente o aun una seria
advertencia de su médico, este bebedor será capaz, si no de cortar
totalmente, sí al menos de moderar su consumo, no obstante que lo
encuentre difícil y pueda aun necesitar atención médica.

Pero ¿qué se puede decir del verdadero alcohólico?. Él pudo haber
iniciado siendo un bebedor moderado; después pudo convertirse o no en
un gran bebedor, pero, en una cierta etapa de esta evolución, llega un
momento en que no puede ya cesar de consumir alcohol a partir de que
empieza a beber.
Su comportamiento lo deja a usted perplejo. El alcohólico hace cosas
absurdas, inexplicables y a veces hasta trágicas cuando bebe. Tiene una
doble personalidad, como el Dr. Jekill y Mr. Hyde: Un hombre perfecto y
cuando bebe, un auténtico demonio. Raramente se le encuentra
ligeramente achispado, siempre está embriagado. A fuerza de beber, su
carácter natural se modifica. Puede ser el hombre más amable del
mundo, pero dejándolo beber se convierte en antisocial, repugnante y
peligroso. Posee la cualidad de embriagarse en el momento más
inoportuno, especialmente cuando es necesario tomar una decisión
importante o mantener una promesa. Es a menudo un hombre lleno de
equilibrio y de buen juicio en todos aspectos, pero en cuanto al alcohol es
increíblemente deshonesto y egoísta. Es competente, posee una
habilidad, así como dotes excepcionales, y tiene ante él un carrera
prometedora; se esfuerza en preparar un porvenir brillante para él y su
familia, después echa todo por la borda con una serie de insensatas
juergas. Es alguien que se va a dormir tan ebrio que se creería
permanecerá dormido por veinticuatro horas. Sin embargo, desde que
despierta al día siguiente busca ávidamente la botella que escondió la
noche anterior. Si tiene los medios, será capaz de esconder el alcohol
por todos lados, en los lugares menos pensados en la casa, para estar
seguro de que nadie tirará su reserva total por la tubería. Cuando se
agrava su estado, comienza a ingerir una combinación de potentes
sedativos y alcohol para calmar sus nervios y estar en condiciones de
trabajar. Llega entonces el día en que él simplemente no puede seguir
así y se emborracha nuevamente. Es posible que vaya con su médico,
quien le administrará morfina o algún sedante capaz de calmarlo.
Después viene el principio de las idas al hospital o a los psiquiátricos.
Este retrato que acabamos de esbozar del verdadero alcohólico está aún
lejos de estar completo; las conductas varían de un sujeto a otro. Pero de
un modo general, esta descripción lo identificará.
¿Por qué un hombre se comporta de esta manera? Si cientos de veces
ha experimentado que una copa significa otra caída con todos los
sufrimientos y humillaciones que la acompañan, ¿por qué vuelve a
beber? ¿Por qué no puede mantenerse sin beber? ¿Qué ha hecho del
sentido común y de su voluntad, que en circunstancias diversas aún
demuestra poseer?

Quizás nunca habrá respuesta a estas preguntas. Las opiniones varían
de modo considerable cuando se trata de explicar por qué los alcohólicos
reaccionan en forma diferente a las personas normales.
Nosotros no sabemos por qué, pero sí sabemos que cuando el alcohólico
ha traspasado una cierta etapa, muy poco se puede hacer por él. No
podemos aún resolver este enigma.
Sabemos que el alcohólico que se abstiene de beber y esta abstinencia
puede bien durar varios meses, o años tiene un comportamiento parecido
a aquél de un hombre normal. Afirmamos categóricamente que si este
bebedor toca de nuevo el alcohol, un fenómeno físico y mental se
desarrolla, mismo que lo hace virtualmente incapaz de detenerse. Todos
los alcohólicos que han experimentado esto no podrán más que
confirmar lo anterior.
Las observaciones precedentes serían vanas y puramente teóricas si
nuestro hombre no tomara nunca esa primera copa que desencadena el
ciclo infernal del que hablamos. Esto nos lleva a creer que se trata de un
problema de orden psíquico más que físico. Si se le pregunta qué lo llevó
a beber y a su última borrachera, presentará cien motivos de uno y otro
tipo. Puede ocurrir que alguna de las excusas aparezca aceptable, pero
en realidad ninguna es plausible ante el desastre que crea la juerga de
un alcohólico. Las razones invocadas por el alcohólico se parecen a
aquéllas del hombre que se golpeara la cabeza a golpes de martillo para
ya no sentir el dolor de cabeza. Si usted le hace observar a un alcohólico
lo absurdo de su razonamiento, éste se burlará o se irritará y se negará a
hablar.
De vez en cuando podrá decir la verdad. Por extraño que pueda parecer,
él no sabe más que usted y yo el motivo que lo empujó a tomar esa
primera copa. Ciertos bebedores presentan justificaciones de las cuales
algunas veces están satisfechos. Pero en el fondo de ellos mismos no
saben por qué beben de esa manera. Una vez que son dominados por
este mal, les sobreviene el aturdimiento. Queda entonces la idea fija de
que algún día se van a curar y, por otra parte, sienten que ya han perdido
la partida.
Pocas personas se dan cuenta hasta qué punto esto es verdadero. La
familia y los amigos del alcohólico sienten vagamente que éste es
anormal, pero cada uno espera el día en que el enfermo despierte de su
letargo y ejerza su fuerza de voluntad.
La verdad y esta es trágica es que si se trata de un verdadero alcohólico,
ese día puede ser que no llegue jamás. Ha perdido, en

efecto, el control de su situación. Llegado a un cierto punto, el alcohólico
cae en un estado en el que aun su más fuerte deseo por dejar de beber
es totalmente en vano. Esta terrible situación existe en la mayor parte de
los casos, mucho antes de que sea descubierta.
El motivo es que la mayoría de los alcohólicos, por razones aún oscuras,
hemos perdido la libertad de elegir ante el alcohol; aquello que nosotros
llamamos fuerza de voluntad ya no existe más. A veces somos incapaces
de recordar suficientemente los sufrimientos y la humillación sufridas un
mes o aun una semana antes. Estamos sin defensa alguna ante la
primera copa.
Las consecuencias casi ciertas que van a seguir después de beber aun
un solo vaso de cerveza no llegan a nuestra mente para detenernos. Si
ocurren estos pensamientos, los mismos son vagos y prontamente son
suplantados con la gastada idea de que esta vez sí nos vamos a manejar
como las demás personas. El instinto que hace, por ejemplo, que uno se
cuide de tocar una parrilla ardiendo se nos ausente totalmente.
Esta vez no voy a quemarme, así que ¡salud!", se convence el alcohólico
en la forma más natural de mundo. O quizás no piensa en absoluto.
Cuántas veces, después de haber bebido una copa en forma distraída,
no nos hemos preguntado, a la tercera o cuarta : ¿Por el amor de Dios,
cómo he podido iniciar de nuevo?" Para después decirnos en seguida:
Nada más voy a tomar hasta la sexta," o también: De cualquier modo, no
sirve de nada el intentar dejar de beber."
Cuando esta manera de pensar se ha fijado bien en la mente del bebedor
alcohólico, todo auxilio humano probablemente será inútil, y el enfermo
morirá o irá perdiendo gradualmente la razón, a menos que se le confine.
Estos hechos, desagradables y brutales, han sido confirmados por
legiones de alcohólicos en el curso de la historia. Si no fuera por la gracia
de Dios, estaríamos contando miles de ejemplos como éste. Hay tantos
bebedores que quieren parar de beber, pero que no pueden hacerlo.
Hay una solución. A la mayoría de nosotros no nos gustaba la idea de
hacer nuestro inventario, de caminar sobre nuestro amor propio, de
admitir nuestras deficiencias, todas estas cosas necesarias para que el
proceso de recuperación tuviese un éxito pleno. Pero vimos que esto
había funcionado realmente con otros y llegamos a creer que la vida, tal
como la vivíamos, era inútil y sin esperanza. Eso es porque, una vez que
fuimos informados por aquéllos que habían solucionado su problema de
alcohol, no nos quedaba nada más que hacer sino recoger el juego de
herramientas espirituales puesto a nuestros pies. Descubrimos, por así
decirlo, el paraíso y fuimos propulsados hacia una cuarta dimensión de la
existencia, como jamás la hubiéramos podido imaginar.

El hecho importante consiste simplemente en esto: Tuvimos y conocimos
una experiencia espiritual profunda y eficaz que revolucionó nuestra
actitud hacia la vida, hacia nuestro prójimo y todo lo que concierne a
Dios. Aquello que ocupa el centro de nuestra vida de hoy es la absoluta
certeza de que nuestro creador ha entrado en nuestros corazones y
nuestras vidas de un modo milagroso. Ha empezado a realizar aquellas
cosas que no pudimos hacer nosotros mismos.
Si usted es un alcohólico tan gravemente enfermo como lo estuvimos
nosotros, creemos que no hay medidas parciales si desea solucionar su
problema. Nosotros estábamos en el punto en que la vida era imposible
vivirla, y si nosotros habíamos pasado a la región de la cual ya no hay
regreso a través de la ayuda humana, no teníamos más que dos
alternativas: Una era seguir hasta el amargo final, destruyendo la
conciencia de nuestra intolerable situación lo mejor que pudiésemos; y la
otra, aceptar ayuda espiritual. Hicimos esto último porque honestamente
lo queríamos y estuvimos dispuestos a hacer el esfuerzo.
He aquí la historia de un hombre de negocios americano, muy
reconocido por su talento, su juicio y su fuerte personalidad, que andaba
de un psiquiátrico a otro. Había consultado a los más reconocidos
psiquiatras americanos. Después se fue a Europa, poniéndose al cuidado
de un célebre médico. Aunque la experiencia lo había hecho escéptico, al
final de su tratamiento mostraba una fe inusitada. Su estado mental y
físico eran óptimos. Sobre todo, él creía haber adquirido un conocimiento
tan profundo de los mecanismos psicológicos de su mente, así como de
sus activadores ocultos, que una recaída era impensable. A pesar de
todo, comenzó a beber después de cierto tiempo. Lo más desconcertante
era que no encontraba alguna explicación satisfactoria a su recaída.
Regresó a ver al célebre médico, a quien admiraba mucho, y le pidió que
le dijera claramente por qué no podía sanar. Deseaba, sobre todo, tener
control de sí mismo. Parecía totalmente racional y bien equilibrado frente
a otros problemas. Y, sin embargo, no podía controlarse ante el alcohol.
¿Cómo explicar eso?
Le suplicó al médico que le dijera toda la verdad, y lo escuchó. Según el
medico, su caso era absolutamente desesperado; jamás reencontraría su
lugar en la sociedad y, si vivía muchos años, debería internarse o
contratar los servicios de un guardaespaldas. Así se expresaba el
renombrado médico.
Pero este hombre aún está vivo y, además, es libre. No está confinado y
tampoco necesita a un guardaespaldas. Puede ir adonde acuden los
hombres libres, y sin peligro, con la condición de que acepte adoptar una
determinada actitud.

Algunos de nuestros lectores alcohólicos pudieran creer que son capaces
de librarse sin una ayuda espiritual. Les presentamos aquí la
conversación entre nuestro amigo y su médico :
Su modo de razonar es típico de un alcohólico crónico. Hasta donde sé,
ninguna persona afectada como usted lo está, jamás se ha restablecido.
Nuestro amigo tuvo la impresión de que las puertas del infierno se
cerraban inexorablemente a sus espaldas. Le dijo al médico :
¿Y no hay ninguna excepción?"
Sí le respondió el doctor . Ha habido excepciones en el pasado, se habla
a veces de excepciones en casos como el de usted. De tiempo en
tiempo, los alcohólicos han vivido lo que se llama una experiencia
espiritual vital. Yo considero estos hechos como fenómenos. Se les
podría catalogar como grandes transferencias y transformaciones de
orden emocional. Las ideas, las emociones y las actitudes de estas
personas son repentinamente hechas a un lado para dejar lugar a un
conjunto de concepciones y principios enteramente nuevos que de ahí en
adelante las dominará. De hecho, yo he tratado de provocar en usted
este tipo de transformación emocional. Mis métodos han tenido éxito con
muchas personas, pero jamás han dado resultados en un caso como el
suyo.
Estas palabras tranquilizaron un poco a nuestro amigo, quien era, desde
luego, un hombre fiel a la iglesia, se decía para sí. Su esperanza se
desvaneció en cuanto el médico le afirmó que a pesar de la calidad de
sus convicciones religiosas, éstas en su caso no podrían dar lugar a la
experiencia espiritual que podría sanarlo.
He ahí en qué terrible situación se encontraba nuestro amigo cuando
vivió la experiencia extraordinaria que, como lo hemos dicho, hizo de él
un hombre libre.
Por nuestra parte, nosotros buscamos el mismo resultado, con la energía
desesperada de aquél que se va ahogar. Y aquello que en el inicio
semejaba ser una pequeña vara hueca de la cual asirse, resultó ser la
mano de Dios. Nos fue dada una vida nueva o, si se prefiere, un modo de
vida". El cual es verdaderamente eficaz para nosotros.
El célebre psicólogo americano William James, en su libro Variedades de
la Experiencia Religiosa", expone una multitud de formas en que el ser
humano ha descubierto a Dios. Por parte nuestra, no hay ningún deseo
de convencer a nadie de que sólo haya un camino con el cual encontrar
la fe. Si lo que nosotros hemos aprendido, experimentado y visto significó
algo, es que todos nosotros, de cualquier raza, credo o color, somos los

hijos de un Creador vivo con quien podemos establecer una relación
hecha de simplicidad y de comprensión, siempre que queramos intentar
hacerlo honestamente. Aquéllos que pertenezcan a una religión no
encontrarán nada que vaya contra sus convicciones o su culto. No existe
ninguna fricción entre nosotros por estas cuestiones.
Creemos que la pertenencia de nuestros miembros a cualquier grupo
religioso, no nos concierne a nosotros. Para nosotros, la práctica
religiosa es un asunto enteramente personal que cada quien debe
regular a la luz de sus afiliaciones pasadas o de su selección actual.
Además, no todos nuestros miembros se han unido a grupos religiosos,
pero la mayoría ve con simpatía dicha membresía.
En el capítulo siguiente describimos el alcoholismo tal como lo
comprendemos. Después viene un capítulo dedicado a los agnósticos.
Entre nuestros miembros hay varias personas que una vez lo fueron. De
manera sorprendente, encontramos que dichas convicciones no
representan un obstáculo serio para una experiencia espiritual.
Más adelante explicamos muy claramente cómo hemos podido
restablecernos. Vienen enseguida una serie de testimonios personales.
Cada alcohólico relata en ellos, con sus propias palabras y según su
punto de vista, la forma en que se puso en contacto con Dios. Los
autores de estos relatos son representativos de nuestros miembros y dan
una descripción fiel de lo que ocurrió en la vida de cada uno de ellos.
Esperamos que estas revelaciones íntimas no sean consideradas de mal
gusto. Es nuestro deseo más grande que muchos alcohólicos, hombres y
mujeres, lean estas páginas; estamos firmemente convencidos de que,
solamente revelándonos nosotros mismos con nuestros problemas, los
persuadiremos para que digan : Si, yo soy como ellos; necesito obtener
lo que ellos ya tienen ."

No hay comentarios:

Publicar un comentario