viernes, 9 de abril de 2010

CAPITULO IX: LA FAMILIA DESPUES

Las mujeres en nuestra agrupación sugirieron algunas actitudes que una
mujer puede asumir hacia el marido que está en vías de restablecerse.
Quizá crearon la impresión de que él tiene que ser envuelto en
algodones y colocado sobre un pedestal. La recuperación exitosa es
exactamente lo contrario. Todos los miembros de la familia deben
reunirse sobre un terreno común de tolerancia, comprensión y amor. Esto
implica un proceso de consideración recíproca entre los miembros de la
familia. El alcohólico, su esposa, sus hijos, sus parientes: probablemente
cada uno tenga sus ideas preconcebidas sobre la actitud de la familia
hacía él o ella. Cada uno desea que sus deseos sean respetados. Nos
damos cuenta de que entre más concesiones pretende un miembro de la

familia, más crece en los demás el resentimiento. Esto es causa de
discordia y de infelicidad.
¿Y por qué? ¿No será quizás porque cada uno desea recitar la parte del
actor principal? ¿No está cada quien tratando de imponer las reglas del
espectáculo según sus propios deseos? ¿No está inconscientemente
tratando de ver qué puede obtener de la familia, en vez de qué puede
dar?
El cesar de beber no es más que el primer paso para salir de una
situación enormemente tensa y anormal. Un médico nos dijo: El vivir por
años con un alcohólico vuelve casi seguramente neuróticos a la esposa y
a los hijos. La familia entera está, hasta cierta medida, enferma." Es
necesario que la familia comprenda, al emprender este viaje, que no
siempre hará buen tiempo. Cada uno en su turno puede tener los pies
adoloridos y permanecer a la zaga. Habrá atajos y desviaciones
atrayentes por los cuales se podrá vagar y perderse.
Déjenos indicarle algunos de los obstáculos que la familia encontrará;
déjenos sugerirle el modo de evitarlos, así como de convertirlos en un
beneficio para los demás. La familia de un alcohólico desea el retorno de
la felicidad y la seguridad. Ella recuerda el tiempo en el cual el padre era
afectuoso, activo y un hombre de éxito. La vida actual es comparada con
aquellos años, y como ha desmerecido, la familia quizá sea desdichada.
La confianza de la familia en su padre llega a un punto alto. La vida de
antes, se piensa, regresará pronto. A veces se pretende que papá la
haga retornar ¡al instante! Dios ellos parecen creer casi les debe esta
recompensa desde hace mucho tiempo. Pero el jefe de la casa ha
pasado años demoliendo los fundamentos de los negocios, de los
afectos, de las amistades y de la salud, cosas semidestruidas o en la
ruina. Llevará tiempo retirar los escombros. Aunque los viejos edificios
serán remplazados por otros más bellos, pasarán años para que las
nuevas construcciones sean terminadas.
El padre sabe que tiene la culpa; habrá necesidad de trabajar duro
durante un largo período, antes que se esté económicamente a gusto,
pero no se le deben hacer reproches. Quizá ya no volverá a disponer de
mucho dinero. Pero la familia sabia lo admirará más por lo que él está
tratando de ser, que por lo que trate de ganar económicamente.
De cuando en cuando la familia estará obsesionada con los fantasmas
del pasado, ya que la carrera de bebedor de casi todo alcohólico ha
quedado marcada con aventuras cómicas, humillantes, vergonzosas o
trágicas. El primer impulso será el de esconder estos esqueletos en un
cuarto obscuro y poner cerrojos a la puerta. Quizá la familia tiene todavía
la idea de que la felicidad futura no puede basarse más que en el olvido

del pasado. Nosotros pensamos que tal opinión es egocéntrica y está en
conflicto directo con el nuevo modo de vivir recientemente instaurado.
Henry Ford dijo un día, muy sabiamente, que la experiencia es la cosa de
mayor valor en la vida. Esto es cierto si se está dispuesto a hacer buen
uso del pasado. Nosotros crecemos con nuestra buena voluntad de
encarar los errores y corregirlos, transformándolos en un activo. El
pasado del alcohólico llega a ser así el principal activo y casi siempre ¡el
único activo de la familia!
El doloroso pasado puede ser de inmenso valor y de ayuda para otras
familias que aún luchan con su problema. Pensamos que cada familia
que ha sido ayudada debe algo a aquéllas que aún no lo han sido, y
cuando se presente la ocasión cualquiera de sus miembros debería estar
dispuesto a sacar valerosamente de su escondite los errores de un
tiempo, sin importarle cuán doloroso pueda resultarle esto. Para
nosotros, mostrarles a los que sufren la manera en que hemos sido
ayudados es lo que hace que valga la pena vivir la vida. Lleve en su
pensamiento que en las manos de Dios el oscuro pasado es la más
grande posesión que ahora tiene usted. Es la llave de la vida y de la
felicidad de los demás. Con ella, usted les puede evitar la muerte y la
infelicidad.
Puede ocurrir que desenterrar las culpas del pasado se convierta en una
plaga, en un verdadero flagelo. Por ejemplo, sabemos de casos en que el
alcohólico o su mujer han tenido aventuras amorosas. En el transcurso
de su primera experiencia espiritual, ellos se perdonaron recíprocamente
y se acercaron aun más. El milagro de la reconciliación estaba al alcance
de la mano. Entonces, bajo el impulso de una provocación cualquiera, la
parte herida desenterró la vieja historia y esparció rabiosamente las
cenizas. Cualquiera de nosotros tiene experiencia de estas crisis y
sabemos que hacen sufrir mucho. En algunos casos, marido y mujer han
debido separarse por algún tiempo, antes de poder lograr un nuevo modo
de ver las cosas, una nueva victoria sobre el amor propio herido. En la
mayor parte de los casos, el alcohólico ha superado esta dura prueba sin
recaer, pero no siempre. Opinamos por qué no se debe hablar, sin
motivos buenos y útiles, de cuanto ha ocurrido en el pasado.
Nosotros, los familiares de alcohólicos, mantenemos pocos esqueletos
escondidos. Todos nosotros conocemos los problemas alcohólicos de los
demás. Ésta es una situación que en la vida ordinaria sería fuente de
incalculable dolor; podría haber chismes escandalosos; risa y maldad a
expensas de otras personas y una tendencia a abusar de información
íntima. Entre nosotros, esto ocurre raramente. Hablamos, en verdad,
mucho de nosotros, pero casi siempre nuestras pláticas están templadas
con un espíritu de caridad y tolerancia.

Otro principio que observamos con extrema atención es el de no relatar
experiencias íntimas de otra persona, a menos que ésta nos haya dado
su autorización. Preferimos atenernos en lo posible a nuestras historias
personales. Uno puede criticarse y reírse de sí mismo y esto les
beneficiará a los demás, pero si la critica o el ridículo proviene de otra
persona produce el efecto contrario. Los miembros de una familia
deberían prestar mucha atención a estos principios, pues una
observación desconsiderada o poco delicada puede suscitar un infierno.
los alcohólicos somos gente susceptible. A algunos de nosotros les lleva
mucho tiempo superar esta innata debilidad.
Muchos alcohólicos son entusiastas. Pasan de un extremo a otro. Al
principio de su recuperación, un hombre tomará como regla una de estas
dos direcciones: podrá intentar, de manera frenética, consolidar
nuevamente su posición económica, o podrá estar totalmente encantado
con su nueva vida como para no hablar o pensar en otra cosa. En
cualquiera de los dos casos se presentarán problemas familiares.
Tenemos una abundante experiencia sobre esto.
Consideramos peligroso que se lance de cabeza sobre la solución de su
problema económico. La familia también se verá afectada, al principio
placenteramente, ya que pensará que los problemas de dinero están por
resolverse, y después ya no muy agradablemente, pues se sentirá
descuidada. Papá podrá estar agotado en la noche y preocupado durante
el día. Podrá interesarse poco en los hijos e irritarse cuando se le
reproche su negligencia. Si no irritable, podrá parecer monótono y
aburrido, no alegre y no afectuoso. Mamá podrá quejarse de que no se
ocupa lo suficiente de ella. Todos estarán desilusionados y a menudo lo
demostrarán. Ante tales quejas se levanta una barrera. Él tiene todos los
nervios tensos por su esfuerzo para recuperar su fortuna y su reputación,
y piensa que lo está haciendo bien.
Hay veces que la madre y los hijos no lo piensan así. Como en un tiempo
fueron descuidados y maltratados, piensan que el padre les debe más de
lo que les está dando. Desean que los colme de atenciones. Esperan que
vuelvan los hermosos tiempos de antes, cuando no había exagerado en
la bebida, y que se muestre arrepentido por lo que ellos han padecido.
Pero el papá no se prodiga lo suficiente. El resentimiento aumenta. Él se
vuelve aun menos comunicativo. Algunas veces explota por una
pequeñez. La familia está desorientada. Todos lo critican y le hacen ver
cómo viene a menos en su programa espiritual.
Cosas como éstas pueden evitarse. Tanto el padre como la familia están
en un error, aunque ambas partes pueden tener cierta justificación. Es
inútil discutir, eso no hace más que agravar la situación. La familia debe
comprender que papá, si bien extraordinariamente mejorado, aún está
convaleciente. Ellos deben agradecer al cielo que él esté sobrio y sea

capaz de insertarse de nuevo en la sociedad. Ellos deben elogiar sus
progresos y recordar que su manera de beber causó una gran cantidad
de daños, que para remediarlos pasará quizá mucho tiempo. Si intuyen
estas cosas, no tomarán a lo trágico sus periodos de mal humor, de
depresión o de apatía, los cuales desaparecerán cuando haya tolerancia,
amor y comprensión espiritual.
El jefe de la casa debe recordar que es el principal responsable de
cuanto ha ocurrido en su casa. Ya mucho hará con poner orden durante
todo el tiempo que le quede de vida. Pero debe aprender a ver el peligro
que significa concentrarse demasiado en el éxito financiero. Aunque la
recuperación financiera se nos presentará a nosotros, estamos de
acuerdo en que no podemos dar preferencia al dinero. Para nosotros, el
bienestar material siempre ha seguido al progreso espiritual, jamás ha
sido al revés.
Debido a que la familia es la que más ha sufrido, está bien que el hombre
se consagre a ella. No es posible que vaya muy lejos en todas las demás
direcciones si no comienza por mostrar altruismo y amor bajo el techo
propio. Sabemos, y es verdad, que hay esposas y familias difíciles, pero
el hombre que esté superando el alcoholismo debe recordar que él tuvo
mucho que ver en ello.
Cuando cada miembro de una familia llena de resentimientos comienza a
admitir sus propias deficiencias y las confiesa a otros, está poniendo las
bases para una discusión constructiva. Estas conversaciones familiares
serán de hecho constructivas si no hay discusiones acaloradas,
conmiseraciones, justificaciones o críticas ásperas. Poco a poco, la
madre y los hijos se darán cuenta de que exigen demasiado, y el padre
verá que está dando demasiado poco. Dar más que recibir se convertirá
en su principio de vida.
Supongamos, por otro lado, que el padre haya tenido una experiencia
espiritual excepcional. De un día para el otro se ha convertido, por así
decirlo, en otro hombre. Se ha convertido en un entusiasta de la religión.
Es incapaz de pensar en otra cosa. Apenas su sobriedad comienza a
darse por descontada, puede ser que sus familiares miren al extraño
nuevo papá con aprensión al principio y después con irritación. Desde la
mañana hasta la medianoche no se habla más que de argumentos
espirituales. Él puede pretender que la familia encuentre a Dios en un
abrir y cerrar de ojos, o puede mostrar hacia ellos una indiferencia
asombrosa y declarar ser superior a las consideraciones terrenas. A la
mamá, que ha sido religiosa toda su vida, puede decirle que no ha
comprendido nada de religión, que haría mejor en adoptar su tipo de
espiritualidad mientras esté a tiempo de hacerlo.

Cuando el padre toma esta vía, la familia, madre e hijos, puede
reaccionar desfavorablemente. Incluso pueden estar celosos de un Dios
que les ha robado el afecto de papá. Al mismo tiempo que están
agradecidos de que él ya no beba, puede no agradarles la idea de que
Dios haya hecho un milagro allí donde ellos no pudieron hacer nada. A
menudo olvidan que ningún auxilio humano habría podido salvar a papá.
Quizá no comprendan por qué su amor y su devoción no pudieron
conducirlo de nuevo al camino recto. Después de todo se dicen , papá no
es un tipo tan espiritual. Si él intenta reparar sus pasadas culpas, ¿por
qué tanta preocupación por todo el mundo, menos por su familia? ¿Qué
trata de decir con eso de que Dios se hará cargo de ellos? Empiezan a
sospechar que ¡papá está un poco chiflado!
Él no tiene tan poco equilibrio como ellos pudieran pensar.
Muchos de nosotros hemos experimentado la euforia de este papá.
Tuvimos una intoxicación espiritual. Éramos como el pordiosero
hambriento que, ajustándose el cinturón ante sus últimas reservas de
alimento, de pronto encuentra un filón de oro. Nuestra alegría por haber
escapado de una vida de frustraciones no tenía límites. Papá cree que ha
encontrado algo mejor que el oro. Durante un cierto tiempo estará
tentado a acariciar este tesoro y a guardarlo para él solo. No verá de
inmediato que, de hecho, sólo ha desenterrado la pequeña punta de un
venero inagotable y que este filón le reportará dividendos solamente si
continúa cavando el resto de su vida y cediendo indefectiblemente todo
el producto a los demás.
Si la familia coopera, papá advertirá muy pronto que él está sufriendo
una distorsión de valores. Entenderá que su crecimiento espiritual peca
de unilateral; que, para un hombre medio como él, una vida espiritual que
no incluya los propios deberes familiares puede, a fin de cuentas, no ser
tan perfecta. Si la familia comprende que el comportamiento actual del
padre no es más que una fase de su crecimiento, todo se resolverá bien.
En un clima familiar de comprensión y simpatía, el neófito de la
espiritualidad pondrá fin prontamente a sus fantasías espirituales.
Pero esto es lo que puede ocurrir si la familia condena al padre y lo
critica: después de varios años en los que, a causa de su alcoholismo,
papá creyó que sacaba la peor parte en cada enfrentamiento, ahora
siente que, con Dios de su lado, él está encima de los demás. Si la
familia persiste en criticarlo, él se confortará con este sentimiento de
superioridad. Más que tratar a su familia como debiera, el padre se
retraerá aun más y se sentirá espiritualmente justificado para actuar de
esta manera.
Aunque los miembros de la familia no aprueben completamente las
actividades espirituales del padre, más vale que lo dejen actuar a su

modo. Y aun si él demuestra un cierto grado de negligencia y de
irresponsabilidad, es recomendable dejarlo actuar como desee a favor de
otros alcohólicos. En sus primeros días de convalecencia alcohólica, no
hay mejor garantía para que se mantenga sin beber. Aun cuando algunos
de sus comportamientos son alarmantes y desagradables, creemos que
este punto de partida es más seguro que si él pusiera el éxito profesional
o financiero antes que el progreso espiritual. Así será menos proclive a
volver a beber, y eso vale más que cualquier otra cosa.
Los que estuvimos mucho tiempo en el mundo de la fantasía espiritual,
hemos terminado por ver nuestro carácter pueril. Este mundo de sueños
ha dado lugar a un deseo profundo de ser útil, acompañado de una
conciencia siempre más viva de la presencia de Dios en nuestras vidas.
Dios, hemos llegado a creer, quiere que pongamos la cabeza cerca de
Él, pero que mantengamos firmemente nuestros pies sobre el suelo. Aquí
es donde se encuentran nuestros compañeros de viaje y donde debemos
hacer nuestro trabajo. Aquí es donde se encuentra nuestra realidad. No
hay nada incompatible entre una experiencia espiritual intensa y una vida
sana y feliz, encaminada a convertirnos en personas útiles.
Otra sugerencia: ya sea que los miembros de la familia tengan o no
convicciones espirituales, harían bien en examinar los principios que el
alcohólico trata de poner en práctica. No podrán desaprobar estos
preceptos simples, aun si el jefe de la casa no los aplica a la perfección.
Nada ayudará más al hombre lanzado sobre la vía espiritual que ver a su
esposa adoptar un buen programa de espiritualidad y vivirlo mejor que él.
Otros cambios profundos van a producirse en la casa. Como el alcohol
debilitó al papá durante muchos años, la madre se convirtió en jefa de la
familia. Ella asumió valientemente esta responsabilidad. Las
circunstancias la forzaron a tratar al padre como a una persona enferma
o como a un niño caprichoso. Aun cuando éste quería hacer valer su
autoridad, no podía porque el hecho de beber lo ponía constantemente
del lado del error. Era la madre la que cumplía con la tarea de planificar y
dirigir todo. Cuando no bebía, el padre generalmente obedecía. Así, sin
que nunca lo hubiese querido, la madre se habituó a llevar los pantalones
en la casa. Pero de repente el padre renace a la vida y quiere hacerse
valer. Habrá problemas a menos que los miembros de la familia repriman
la tendencia a dominar de ambas partes, y se llegue a un mutuo
entendimiento amigable.
El alcoholismo aísla del resto del mundo a la mayoría de los hogares que
toca. El padre quizás hizo a un lado durante años toda actividad normal,
como su participación en clubes sociales o asociaciones de ciudadanos,
o aun la práctica de un deporte. Al mostrar nuevamente interés en estas
ocupaciones, puede suscitar un sentimiento de celos. La familia piensa
que tiene a papá hipotecado y que, por lo tanto, no puede haber ningún

beneficio para los demás derivado de tal hipoteca. En vez de participar
ellos mismos en actividades nuevas, la madre y los hijos le exigen al
padre una presencia casi permanente en casa, a fin de recuperar el
tiempo perdido.
Desde el mismo comienzo, la pareja debe hacerse a la idea de que
alguien tiene que ceder algo si se pretende que la familia desempeñe un
papel eficaz en la nueva vida que se anuncia. El padre pasará
necesariamente mucho tiempo con otros alcohólicos, pero esta actividad
deberá estar equilibrada. Puede entablar amistad con personas no
alcohólicas y considerar con atención sus intereses. Los problemas de la
comunidad también exigirán su atención. Aunque la familia no tenga
contactos religiosos, quizá sus miembros deseen establecerlos con algún
grupo y aun convertirse en miembros de él.
Estas relaciones podrían aportar mucho a los alcohólicos que se burlaran
de aquéllos que tuviesen convicciones religiosas. A causa de su
experiencia espiritual, el alcohólico descubrirá que tiene mucho en
común con estos hombres y mujeres, aun cuando no coincidan en varios
puntos. Si no se pone a discutir de religión, hará nuevos amigos y
encontrará ciertamente nuevas formas de ser útil y de distraerse. Él y su
familia pueden tomar un lugar importante en el seno de estas
agrupaciones. El alcohólico restablecido puede renovar la esperanza y el
coraje de sacerdotes, ministros o rabinos, los cuales consagran lo mejor
de ellos mismos a nuestro mundo turbulento. Nosotros proponemos lo
anterior a título de sugerencia y no como obligación. No pertenecemos a
ninguna religión; no buscamos decidir por otros acerca de ese tema. Le
toca a cada quien actuar, haciéndole caso a su propia conciencia.
Hasta este punto hemos tratado cosas serias, a veces incluso trágicas.
Tratamos sobre el alcohol en sus peores aspectos. Sin embargo, no
somos tristes ni melancólicos. Si los recién llegados no encontrasen
ninguna alegría ni buen humor en nuestra existencia, no querrían una
igual para ellos. Nosotros estamos plenamente convencidos de que hay
que disfrutar la vida. Tratamos de no regodearnos en el cinismo ante la
situación mundial ni de llevar sobre nuestros hombros los pecados del
mundo. En cuanto vemos que alguien se atasca en el fango del
alcoholismo, le prodigamos los primeros auxilios y ponemos nuestros
recursos a su disposición. Por él aceptamos con todo gusto volver a
relatar y a vivir, por así decirlo, los horrores de nuestro pasado. Pero
aquellos de nosotros que han intentado echar sobre sus hombros las
penas de los demás, han sido aplastados por ellas.
Creemos entonces que la risa y la alegría pueden ser de una gran
utilidad. Las personas del exterior a veces se escandalizan cuando
estallamos en risas por el recuerdo de una experiencia pasada, en
apariencia trágica. ¿Y por qué debíamos de privarnos de reír? Estamos

ahora restablecidos y hemos sido dotados con el poder de ayudar a los
demás.
Todo el mundo sabe que casi nunca se ríen las personas con mala salud
y las que raramente se divierten. Dejemos entonces a los miembros de
cada familia divertirse entre ellos, o separadamente, en tanto las
circunstancias lo permitan. Estamos seguros de que Dios nos quiere
dichosos, felices y libres. No podemos adherirnos a la idea de que la vida
es un valle de lágrimas, aunque así lo haya sido en una ocasión para
muchos de nosotros. Pero es evidente que hemos sido nosotros los
causantes de nuestra propia miseria. Esta no es la obra de Dios. No
inventemos la desdicha y saquemos provecho de los problemas cuando
lleguen, regocijándonos de la ocasión que se nos dé para demostrar toda
Su omnipotencia.
Hablemos ahora de la salud. Un cuerpo que ha padecido las graves
heridas del alcohol no se restablece de la noche a la mañana, ni tampoco
el pensamiento torcido y la depresión desaparecen en un parpadeo.
Estamos convencidos de que un modo de vida espiritual es el remedio
más poderoso para recuperar la salud. Para nosotros, que estamos
restablecidos de un problema grave de alcohol, la salud mental es un
verdadero milagro. Pero también hemos visto cambios extraordinarios en
nuestros cuerpos. Es difícil que alguno de los nuestros muestre ahora
algún signo de la disipación pasada.
Esto no quiere decir que no tengamos en cuenta los medios de curación
puestos a nuestra disposición. Dios ha provisto generosamente a este
mundo de buenos médicos, psicólogos y especialistas de toda clase. No
dude en confiar sus problemas de salud a estos profesionales. La
mayoría de ellos se consagra a fin de que sus pacientes puedan tener
una mente y un cuerpo sanos. Trate de recordar que, aunque Dios ha
realizado milagros entre nosotros, no debemos subestimar a un buen
médico o a un buen psiquiatra. Sus servicios son a menudo
indispensables para tratar a un recién llegado y para seguir
sucesivamente su caso.
Uno de los numerosos médicos que tuvieron la ocasión de leer este libro
en su forma manuscrita, nos decía que comer caramelos podría ayudar a
menudo al paciente, siempre y cuando el médico diese su aprobación.
Según él, todos los alcohólicos deberían tener chocolates al alcance de
la mano, en razón de su aporte inmediato de energía en los momentos
de fatiga. Agregaba que los caramelos eran recomendables para calmar
la sensación de vacío que los alcohólicos experimentan ocasionalmente
en las noches. Muchos hemos descubierto que nos gustan los alimentos
dulces y que nos ayudan.

Una palabra sobre las relaciones sexuales. Para ciertos hombres, el
alcohol se revela como un estimulante, de modo que ellos abusan en
este sentido. Hay parejas que se sienten consternadas al descubrir que
el alcohólico que cesa de beber ahora da señales de impotencia sexual.
A menos que se comprenda la razón de esto, el hombre puede estar
emocionalmente abrumado por este problema. Algunos de nosotros
hemos vivido esta experiencia, sólo para disfrutar después de algunos
meses una intimidad aun más hermosa. No se debe titubear para
consultar a un médico o a un psicólogo si la situación persiste. Hasta
donde sabemos, existen pocos casos en que el problema haya durado
mucho tiempo.
El alcohólico puede encontrar dificultad en restablecer relaciones
amigables con sus hijos. Su joven imaginación fue afectada mientras él
bebía. Sin que lo digan, podría ser que detestaran a su padre por lo que
les hizo a ellos y a su madre. Los niños son a veces capaces de una
dureza y un escepticismo patéticos. Se muestran incapaces de perdonar
y de olvidar. Esto puede durar meses y terminar mucho tiempo después
que su madre haya aceptado el nuevo modo de vida y la nueva forma de
pensar del padre.
Pero a la larga ellos comprenderán que su padre es un hombre nuevo y,
a su manera, se lo harán saber. Y cuando esto se produzca, ellos
podrían ser invitados a unirse a la meditación de la mañana y a tomar
parte en la diaria plática, sin rencor y sin tomar partido. A partir de ese
momento, el progreso será rápido. Estos reencuentros dan a menudo
resultados maravillosos.
Independientemente de que la familia acepte o no vivir sobre una base
espiritual, el alcohólico deberá hacerlo si quiere restablecerse. Falta que
los demás puedan creer, sin sombra de duda, en su nueva orientación.
Para la mayoría de los miembros de una familia que ha vivido con un
alcohólico, ver es creer.
A propósito, aquí está un caso. Uno de nuestros amigos era un fumador
y bebedor de café empedernido. No hay duda de que su consumo era
excesivo. Deseosa de ayudarlo, su esposa comenzó a reprochárselo. Él
reconoció que exageraba, pero decía que no estaba dispuesto a dejar de
hacerlo. Su esposa, que era de las que encuentran algo anormal en
estas prácticas, se puso a hostigarlo a tal punto que su intolerancia
acabó por provocarle un acceso de cólera. Se emborrachó.
Es cierto: nuestro amigo estaba equivocado, totalmente equivocado.
Debió admitirlo dolorosamente y se puso a restablecer sus relaciones
personales con Dios y con su esposa. Aunque hoy es un miembro muy
activo de Alcohólicos Anónimos, aún fuma y bebe café; sin embargo, ni
su mujer ni nadie lo juzga por esto. La esposa, a su vez, también debió

admitir que había hecho mal en insistir en dicho asunto, cuando su
marido se restablecía rápidamente de males mucho más graves.
Para este propósito tenemos tres dichos, que son:
PRIMERO LO PRIMERO
VIVE Y DEJA VIVIR
POCO A POCO SE VA LEJOS

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